martes, 6 de abril de 2010

La preparación del Ingeniero

Una grave preocupación de los estudiantes de ingeniería (me incluyo) o de los estudiantes de bachiller para decidirse a qué tipo de institución acceder, para después librar la batalla encarnizada por los puestos de trabajo una vez terminados los estudios universitarios; en esta guerra de posiciones entra una condición que en la mayoría de los casos, es una forma de discriminación en donde los egresados de escuelas públicas son los “malos” trabajadores y los egresados de escuelas privadas son los más “capacitados” para el campo laboral. Sin embargo me gustaría irme más allá de estos dos supuestos para poder generar un punto de inflexión y comprobar que son simplemente mitos de una realidad diferente.

Escuelas Públicas Vs Privadas

La escuela pública es resultado de un conjunto de impulsos y demandas sociales que se han originado tanto en las élites políticas e intelectuales como en los movimientos sociales. Su carácter público, laico y gratuito es lo que ha permitido un consenso básico, en cuanto a una base cultural común, que permite mantener ciertos niveles de convivencia social. Pero también la defensa de estos principios es la defensa de valores tan importantes como la tolerancia y el respeto a la diversidad, e implica la conservación de un lugar de acceso a la educación para amplios sectores de la población. La tensión actual sobre la escuela pública radica en que, con el debilitamiento de las funciones del estado, el financiamiento se ha venido recortando cada vez más, se responsabiliza a los padres de familia y a los maestros del sostenimiento escolar y de la eficacia y eficiencia de los resultados educativos.

Realmente a quién no le gustaría ser catalogado cómo una persona respetable o que tiene aficiones distintas al común denominador de la población, el concepto de educación particular o privada empieza a adquirir sentido más por razones de pertenencia a un estrato social determinado que sólo por cuestiones ideológicas. Los maestros particulares, que daban clases de baile, música o dibujo a domicilio, así como los ayos, dedicados a la educación de niños de la aristocracia dentro de sus propios hogares, hacia 1830 empiezan a abrir escuelas reforzadas con la llegada de maestros franceses para un alumnado capaz de sostenerlas, sin recibir ningún subsidio del gobierno. Estos establecimientos se consideraron entonces como escuelas privadas, en tanto que en los conventos y parroquias eran gratuitas y por lo tanto públicas. Esta distinción económica no las excluía de la vigilancia del Estado, en el sentido de que no podían enseñar nada contrario a la moral ni a las reglas del gobierno.

Se sabe, sin embargo, que las escuelas privadas de educación básica, media o superior persiguen diferentes objetivos: algunas responden a un proyecto cultural de grupos de origen extranjero, otras buscan otorgar una educación con sentido religioso, otras más experimentan con nuevas teorías y métodos educativos. Pero en fechas recientes ha crecido el número de escuelas, en particular al nivel medio y superior, que constituyen sin más la venta lucrativa de un servicio educativo, claramente demandado para afirmar la presencia pública de algunos grupos sociales o para preparar recursos humanos adecuados a los requerimientos de las empresas, que florecen ante la ausencia de servicios educativos públicos sobre todo en el caso de muchas ciudades de tamaño pequeño y medio del país. Por contraste, no conocemos estudios acerca de las motivaciones de las familias para enviar a sus hijos a escuelas privadas, aunque se presumen las siguientes: deseo de un servicio educativo de mayor calidad, posicionamiento social útil para la futura vida profesional, la preocupación por la protección y seguridad de los educandos.

La calidad de la enseñanza privada es muy variada. Algunos argumentan que por el hecho de ser de paga y sostenerse en el mercado ofrece un servicio de mayor calidad que la pública, lo que sería una generalización cuestionable, pues algunas escuelas privadas de muy baja calidad siguen en operación por razones ajenas al nivel de calidad que ofrecen, llegando aun a promover una cultura de simulación y apariencias.

Para la equidad social parece fuera de duda que algunas escuelas privadas de precios muy elevados (que supuestamente forman a las elites dirigentes) proporcionan un servicio de clase y un beneficio a las grandes empresas y contribuyen a reforzar estructuralmente las desigualdades. Lo hacen por dos razones: segregan a los grupos poblacionales de mayores ingresos impidiendo que se socialicen en contacto con los grupos de clases medias y bajas y, además, afianzan prejuicios, valoraciones denigrantes hacia los pobres y un deleznable "complejo de triunfadores" (so pretexto de una discutible concepción de "excelencia educativa") que dañan seriamente la cohesión de la sociedad.

México se encuentra en el último lugar de los 30 países que conforman la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en cuanto a materia de educación. Sin embargo, el estudiar en una escuela privada no garantiza un mejor despeño ni aprovechamiento por parte de los estudiantes.

Un estudio demuestra que, si los alumnos tuvieran el mismo nivel socioeconómico y asistieran a escuelas similares, las privadas tendrían 20 puntos menos que las públicas en la Prueba de PISA.

Según David Calderón[1], los estudiantes de escuelas privadas, deberían tener resultados similares a los de Canadá, ya que su nivel socio económico es muy parecido. De hecho, los alumnos de estas escuelas salen en mejor posición no por un mejor nivel educativo, sino porque cuentan con un mayor contexto cultural, libros en casa, herramientas tecnológicas y padres profesionistas.

Quisiera mencionar que no importa la matricula que se obtenga, si fue en una institución pública o privada, lo que es aquí se tiene que ser una reflexión profunda, la reflexión que quiero llegar en este punto es la habilidad de poder romper este paradigma: Los egresados de escuelas públicas son malos y los de escuelas privadas son buenos.

En esta batalla no hay buenos ni malos, lo único que encaja en esta aseveración es: hay estudiantes malos y estudiantes buenos, no importa en qué institución hayan estudiado. Las universidades pasan por procesos de consolidación y madurez, quizá las insipientes instituciones de educación superior se encuentran aun en un proceso de desarrollo, sin embargo éstas hallarán más temprano que tarde una madurez en sus sistemas de educación


[1] David Calderón es Especialista en temas de Geopolítica, Profesor del Colegio de México e investigador nacional nivel C.

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